domingo, 31 de marzo de 2024

El problema de los tres cuerpos: ¿en qué se parece a Borges y Bradbury?


 Se estrena este jueves la serie de los creadores de “Game of Thrones” basada en el libro de Cixin Liu, autor estrella de China, elogiado por Barack Obama y por Mark Zuckerberg; una novela política sobre los excesos de las ideologías radicales y sobre la intolerancia

19 de marzo de 2024

Laura Ventura

Cixin Liu escribe una saga sobre una pugna ideológica irreconciliable entre Occidente y OrienteCixin Liu escribe una saga sobre una pugna ideológica irreconciliable entre Occidente y OrienteChina News Service - China News Service

 

Esta semana se estrena la esperadísima serie de Netflix El problema de los tres cuerpos, de los creadores de Game of Thrones. Esta historia de ciencia ficción está basada en la novela del autor chino Cixin Liu, una estrella en su país y en un referente dentro del género. ¿Cuáles son los puntos en común con Jorge Luis Borges y Ray Bradbury?

 

El primer capítulo de El problema de los tres cuerpos (Nova; $ 25.999) desconcierta al lector. Pocas veces (o ninguna) se narró desde China, por un autor chino, los abusos de la Revolución Cultural. La crueldad con la que se narra un episodio ficticio, pero inspirado en tantos casos similares, despierta de inmediato la piedad de quien ingresa en estas páginas. Un profesor, un brillante científico, es sometido en el Pekín de 1967 a todo tipo de vejámenes, acusado de contrarrevolucionario, de inculcar a sus alumnos ideas occidentales. Ye Zhetai, profesor de física, integra aquella generación que fue denostada con la categoría de “monstruos y demonios” otorgada a quienes eran considerados enemigos de la revolución. ¿Es esta una novela política sobre los excesos de las ideologías radicales y sobre la intolerancia? ¿Es una novela de ciencia ficción? ¿Es un policial? La respuesta a todas estas preguntas es sí.

 

Cixin Liu (Pekín, 1963) trabajó como ingeniero en una central eléctrica en Yangquan, en la provincia de Shanxi, antes de dedicarse a la literatura, un reducto que debió clausurarse debido a la contaminación atmosférica en aquellas coordenadas. Cixin escribió esta obra de ciencia ficción en sus ratos libres, por las tardes y durante los fines de semana. Ambicioso, la concibió como una trilogía, El recuerdo del pasado de la Tierra, y se dio a conocer en China con la primera entrega en 2008 con El problema de los tres cuerpos. La novela comienza en Pekín con el devenir de una joven astrofísica, Ye Wenyie, luego de que su padre, también científico, sea asesinado en el marco de la Revolución Cultural en 1967. ¿Cómo logrará reinsertarse en la sociedad la muchacha que lleva en sus hombres la carga de ser hija de un traidor? La novela se trasladará algunas décadas después donde un científico, Wang Miao, es contactado por la policía para intentar desentrañar un caso: decenas de científicos se han suicidado. ¿Qué enlace existe entre la primera y la segunda trama? Cixin no dejará cabo suelto en una ficción donde aparecen varias dimensiones además de los saltos temporales.

 

Cixin [Cixin es apellido; Liu es el nombre] es autor prolífico obtuvo ocho veces el Galaxy Award, el equivalente chino al Hugo, premio que también obtuvo en 2015. Su obra fue elogiada por el presidente Barack Obama y por Mark Zuckerberg.

 

Netflix estrenará este jueves la primera temporada de la saga de ciencia ficción, impulsada por los creadores de Game of Thrones David Benioff, D.B. Weiss y Alexander Woo. Entre ambas épicas hay varios puntos en común: lo fantástico, humanos y no humanos, la guerra y el poder como eje central, la política y la brutalidad. Además, como ocurría con la saga de George R.R. Martin, en esta obra no hay uno, sino varios protagonistas, líneas argumentales que se cruzan y alejan.

 

En China se desarrolló “la literatura de la herida”, una generación de autores que elaboraron sus textos a partir de 1970 con distancia crítica hacia el maoísmo. La voz más reconocida es la del disidente Gao Xingjian, Premio Nobel de Literatura. Cixin no es una voz opositora dentro de China, pero, como Leonardo Padura, en Cuba, se anima de modo valiente a criticar (con sutileza) el sistema que rige en su país, sin tampoco dejar de criticar los excesos del capitalismo. En un reportaje que publicó The New Yorker en 2019 se narra su propia historia. Primero la de sus abuelos paternos quienes tuvieron dos hijos varones y ante el resurgimiento de una guerra civil, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, para que no desapareciera toda la familia, tomaron una decisión riesgosa: al primer hijo, al padre del autor, lo afiliaron al Partido Comunista; a su tío, al bando Nacionalista. Nunca más supieron de su tío. Luego, y he aquí la herida mayor, los padres del escritor debieron abandonar Pekín con “el gran Salto de Mao” luego de que su padre perdiera el trabajo. El pequeño Liu se mudó a vivir con sus abuelos y no vio a sus padres durante varios años.

 

Es cierto que la censura, la persecución ideológica y la atrocidad del régimen aparecen retratadas en El problema de los tres cuerpos, pero como un hecho del pasado, a través de un narrador omnisciente que sigue de cerca los pasos de una joven física que advierte los estragos que se cometen en el planeta en nombre de la defensa de un partido y de sus ideales económicos. “Los jóvenes no tienen mucho interés en aquellos años. No son nostálgicos como nosotros”, decía Cixin en una conversación con Jim Al-Khalili para la British Library.

 

Ricardo Piglia decía en las conferencias que brindó en la TV Pública que Jorge Luis Borges había creado la ficción especulativa. En este sendero se ubica Cixin que, como Borges, inventa libros, textos ficticios que tenían un impacto clave en la trama de sus relatos.

 

Entre las influencias confesas de Cixin se encuentran H.G. Wells, Arthur C. Clarke y Julio Verne, pero hay además otra que orbita en su obra y nuevamente aparece el nombre de Borges, obsesionado con los laberintos y espejos del universo. En Tras los límites de lo real. Una definición de lo fantástico (Páginas de Espuma), David Roas indaga en un capítulo sobre la literatura fantástica después de la mecánica cuántica. Tras esta revolución emerge la pérdida de la certeza en la existencia de una única realidad objetiva; la realidad empieza a considerarse algo complejo, integrado por múltiples realidades simultáneas (también conocidas como multiversos). Esta idea que desarrolla Borges en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, por ejemplo, aparece en El problema de los tres cuerpos. Aquí aparecen los videojuegos como mundos paralelos y simultáneos que constituyen no solo ámbitos lúdicos, pero sino vías de comunicación con otras dimensiones.

 

Ray Bradbury publicó en 1950 Crónicas marcianas, un libro de relatos que tradujo luego Borges. En estos cuentos aparecen varias líneas de pensamiento que retoma Cixin: el poder destructor del hombre de su propia naturaleza y del planeta, los extraterrestres retratados no como máquinas de matar, sino como seres capaces de tener empatía y sentimientos, y también el énfasis en las emociones y procesos humanos (los duelos, la alegría, la soledad, etc.) como catalizadores de eventos clave capaces de torcer el curso de la historia.

 

La distancia entre Oriente y Occidente —cultural, política, religiosa— se plantea en la novela, una distancia entre dos mundos que no se entienden y que se temen entre sí. Otros dos mundos aparecen en esta novela, pero no se quiere develar más el secreto de la trama en este artículo. Concentrados en esta guerra económica e ideológica, aislados los dos mundos, el ser humano revela su fragilidad, su falta de libertad, por un lado. Pero también el hombre es una criatura destructora. Cixin describe la desforestación brutal y la contaminación atroz que ha estado llevando a cabo el hombre, así como el uso de pesticidas y también el efecto dañino de las radiaciones que ocasionan las antenas y otros objetos construidos en pos del avance de un sector de la humanidad, como si el planeta no fuese uno solo. “¡Deshidrataos!” es uno de los términos y condenas que seguramente se impregnarán luego en la cultura popular.

 

En esta novela de ciencia ficción Cixin deja abierta la puerta para otra pregunta: ¿Existe Dios? “Si por Dios te refieres a un tipo de superconciencia fuera del universo, no sé si existe o no. La ciencia no ha aportado pruebas fehacientes ni en un sentido ni en otro”, escribe. La ciencia está en primer plano en esta novela, y nuevamente se pregunta Cixin cuán objetiva es la ciencia ¿La ciencia tiene ideología? ¿Cuáles son los límites de la ciencia? ¿Cuántas ciencias hay? ¿Hay una ciencia para Occidente y otra para Oriente?

 

La novela plantea varios dilemas. Uno de ellos es el “problema de los tres cuerpos” que postuló Henri Poincaré, y que no ofrece solución hasta el momento. ¿Es posible establecer matemáticamente la conducta del sistema solar, o, por el contrario, es posible que la Tierra pueda salir de su órbita y desaparezca de nuestro sistema planetario? El científico francés, “el profeta del caos”, como lo llamaron los matemáticos y físicos posteriores que bebieron de sus teorías, plantea que las órbitas del sistema integrado por la Tierra, la Luna y el Sol no siempre permanecen estables, o, dicho con otras palabras, que las leyes de la física no permanecen invariables a través del tiempo y el espacio. También aparece en la novela otro debates cuya respuesta fluctúa según la época y la sociedad en la que se debata: ¿Es la filosofía la que debe guiar los experimentos o son los experimentos los que deben guiar la filosofía?

 

¿Cómo adaptará Hollywood esta novela sinocéntrica que recorre la historia China y transcurre en China con personajes chinos? ¿Cuán libre será esta adaptación? ¿Cómo aparecerán retratados los “enemigos del sistema” en esta serie? Sin lugar a dudas Cixin ganará nuevos lectores, pero, ¿qué dirán los fanáticos?

 

Fuente: La Nación

https://www.lanacion.com.ar/cultura/el-problema-de-los-tres-cuerpos-en-que-se-parece-a-borges-y-bradbury-nid19032024/

 

“Borges y el derecho”: ¿hasta dónde se puede interpretar la ley?

 


¿Existen varias versiones de la verdad? ¿Se puede narrar la justicia? Un laberinto entre la culpa, el castigo y el azar para perderse en la obra borgeana de la mano de Leandro Pitlevnik.

 

Por René Salomé

10 Mar, 2024

 

¿Qué entendemos por culpa y por castigo? ¿Cuántas versiones de la verdad se pueden dar en un proceso judicial? Así es "Borges y el derecho".

¿Qué entendemos por culpa y por castigo? ¿Cuántas versiones de la verdad se pueden dar en un proceso judicial? Así es "Borges y el derecho".

 

“Suponete que nos ponemos de acuerdo en dejar de lado a Borges, que es más o menos lo mismo que ponernos de acuerdo en dejar de lado el río y de un modo que no vacilaré en llamar platónico nos decidimos a cruzar al Uruguay de a pie, como si no hubiera agua”, escribió el argentino Ricardo Piglia en Respiración artificial.

 

La frase fue la elegida por el abogado Leonardo Pitlevnik para abrir su nuevo libro, Borges y el derecho, que aporta su contribución al género en constante expansión que conforman los libros titulados “Borges y...”.

 

“Pueden encontrarse libros sobre Borges y la física cuántica, Borges y las matemáticas, Borges y la filosofía, Borges y la música, Borges y la arquitectura -escribe el autor en la introducción, que puede leerse a continuación-. Las discusiones en torno al valor de sus obras, muchas veces confundidas con sus posiciones políticas o con opiniones vertidas en algún reportaje, han atravesado gran parte del siglo XX. Se le ha endilgado desde haber llegado al punto más alto de nuestra literatura hasta haber ignorado la realidad de la sociedad en la que escribía o haber sido expresión de la explotación de las clases sometidas”.

 

Borges y el derecho, editado por Siglo XXI, invita a sumergirse en textos del autor de Ficciones y El Aleph- algunos más célebres, otros menos transitados-, que iluminan qué entendemos hoy por culpa y por castigo, cómo leemos la ley o por qué condenamos un crimen. ¿Cuántas versiones de la verdad se pueden dar en un proceso judicial? ¿Qué límites tiene la interpretación de las leyes? ¿Cuánto merecemos un premio o un castigo y en qué medida lo que nos toca en la vida es fruto del azar? ¿Puede el derecho (o incluso el lenguaje) dar cuenta de los crímenes más atroces que la humanidad llegó a cometer?

“Borges y el derecho” (fragmento)

"Borges y el derecho", de Leonardo Pitlevnik, editado por Siglo XXI.

"Borges y el derecho", de Leonardo Pitlevnik, editado por Siglo XXI.

Mundo Borges

 

En los textos de Jorge Luis Borges se encuentran expresamente inscriptas y referenciadas la literatura universal, la historia argentina y, en ella, su propia historia familiar. Borges escribe sobre la muerte de Laprida, las montoneras, el gaucho perseguido, las peleas a cuchillo en una ciudad de Buenos Aires casi desaparecida, el retiro de San Martín de las luchas por la independencia o el breve escenario fingido de un velorio de Eva montado en un pueblo del Chaco. En la búsqueda de su propio linaje, que tanto ha sido señalada por la crítica, Borges a veces entrelaza la historia del país con la de su familia, en escenarios donde inserta a esos antepasados cuyos apellidos dan nombre a calles o ciudades argentinas (Laprida, justamente, es uno de los que hallamos en su árbol genealógico). A varios de ellos les dedicó poemas a lo largo de su vida.

 

Las ficciones de Borges nos llevan también a los relatos de Las mil y una noches, a un barrio de una ciudad de la India, a la ejecución de un poeta en una cárcel de Praga, a una mítica ciudad habitada por inmortales. El propio autor decía que en “La muerte y la brújula”, donde detectives y criminales centroeuropeos se persiguen en una ciudad francesa, se encuentra presente, en definitiva, el sabor de Buenos Aires y de Adrogué.

 

Se da el nombre de Borges a centros de estudio, salones de bibliotecas y espacios culturales diseminados por el mundo. Pueden encontrarse libros sobre Borges y la física cuántica, Borges y las matemáticas, Borges y la filosofía, Borges y la música, Borges y la arquitectura. Las discusiones en torno al valor de sus obras, muchas veces confundidas con sus posiciones políticas o con opiniones vertidas en algún reportaje, han atravesado gran parte del siglo XX. Se le ha endilgado desde haber llegado al punto más alto de nuestra literatura –­y ser fiel representante y agudo lector de lo que somos–­ hasta haber ignorado la realidad de la sociedad en la que escribía o haber sido expresión de la explotación de las clases sometidas.

 

Borges fue, además, un polemista, y se vio convertido en el referente de muchas de las discusiones estéticas e incluso políticas que él mismo definió. La gauchesca, el fin del ultraísmo, la identidad de lo argentino, la Segunda Guerra Mundial o el peronismo son algunos de los nudos de debate en los que participó desde el centro de la escena. Suele decirse que Borges define, categoriza y clausura la literatura argentina del siglo XIX, que cierra la línea europeísta y gauchesca y vuelve siempre a la discusión entre civilización y barbarie (al hacerlo, expande la discusión hacia el futuro, en función de las proyecciones de ese pasado sobre la vida política argentina).

 

Imposible, por último, no llegar con él también al derecho, un sistema que intenta construir un orden racional del mundo. Los humanos nos dictamos reglas destinadas a moldear determinado tipo de sociedad a la que decimos aspirar. Más autoritaria, más democrática, más o menos rígida; más o menos tolerante. El derecho consiste, en definitiva, en la práctica de imponer determinado orden o de gestionar los conflictos en función de un núcleo de ideales que la comunidad, presuntamente, comparte.

 

Desde esa perspectiva, quizá se vuelva más evidente por qué los relatos de Borges son herramientas útiles a las que recurrir para entender las maneras en que juzgamos, reprochamos, perdonamos. Italo Calvino señalaba que la escritura de Borges iba contra la corriente principal de la literatura mundial de su tiempo, que su escritura era “un desquite del orden mental sobre el caos del mundo”. Y, en definitiva, ¿no es eso lo que, en parte, se espera­ del derecho? Cuando pensamos, desde una definición clásica, en dar a cada cual lo suyo, en poner fin a iniquidades que no podemos tolerar o en castigar a quien ha cometido un hecho atroz, ¿no intentamos un desquite para preservar un modelo racional ante una realidad que lo pone en jaque?

Para el escritor Italo Calvino, la obra de Borges representaba “un desquite del orden mental sobre el caos del mundo”. (EFE)

Para el escritor Italo Calvino, la obra de Borges representaba “un desquite del orden mental sobre el caos del mundo”. (EFE)

Asomarse al derecho desde la ficción

 

Y ¿por qué debería la ficción ser un instrumento para entender mejor al derecho? Muchos relatos y novelas se han centrado­ en cuestiones relativas al crimen, la culpa o el castigo. Se ha dicho, por ejemplo, que Edipo Rey es la cabal representación­ de un proceso judicial; que La Orestíada de Esquilo representa el nacimiento del sistema de enjuiciamiento penal, o que El proceso de Kafka, es la representación de una forma de burocratizar esa obtención del conocimiento como instrumento de ejercicio del poder.

 

Pero hay algo más y es el hecho de reconocer en la narración de una historia un instrumento de normatividad: la historia que nos contamos es esencial para reglar un modelo social. Robert Cover refiere que las instituciones y las reglas existen gracias a narraciones que les dan un significado. Es así que detrás de una constitución hay una épica que le provee sentido, que construye un modo de pensar y ordena, así, el mundo.

 

En la Biblia, para nombrar uno de los textos fundantes por excelencia, primero se cuenta la creación, el diluvio, la torre de Babel, el sacrificio del hijo, la salida de Egipto y recién después de esas historias, todo un libro se dedica a enunciar preceptos, reglas, consejos y sanciones. Rashi, uno de los estudiosos de la Biblia y el Talmud más importantes de la cultura hebrea, deducía que, para fijar las normas, primero se requería de una historia que legitimara el derecho. En términos más básicos: para cumplir con las reglas, primero debemos creernos la historia en la que esas reglas se pretendenasentar.

 

En efecto, en las primeras páginas del Génesis se nos cuenta lo ocurrido con la primera norma, su infracción y su consecuente castigo. De allí se desprende la historia del mundo. Ya no es el relato el que funda el derecho, sino que el derecho es el objeto de la narración. Dios le dijo a Adán que le estaba permitido comer de todos los árboles menos del árbol del conocimiento del bien y del mal. El día que lo hiciera, moriría. La infracción se comete por la intervención persuasiva de una serpiente.

 

Detengámonos sobre este punto para observar la conjunción de narración y derecho: construimos nuestra cultura a partir de la historia de una serpiente que habla y de la sanción recibida por haberle hecho caso. El animal fue maldito, condenado a arrastrarse sobre su vientre, comer polvo y vivir enemistado con la mujer y sus descendientes. Eva fue condenada a parir con dolor, orientar su deseo hacia el hombre y vivir dominada por él. Adán fue sentenciado a ganarse el alimento del campo con el sudor de su frente. Luego, Dios los echó del Edén, y dispuso que querubines con espadas de fuego impidieran su entrada para que no pudieran comer del árbol de la vida.

 

De los versículos que narran esa historia se han derivado infinidad de interpretaciones: ¿qué quiso decir Dios con que morirían en el día que comieran el fruto prohibido? ¿Dios en verdad interpretó la norma que había dictado y fijó una pena visiblemente menor que la que había estipulado? ¿Qué significa conocer el bien y el mal? ¿Se refiere a adquirir una moralidad, conocer todo, tener noción de su desnudez, separarse de Dios de forma definitiva? ¿Qué debe entenderse por desnudez? ¿Cuál es el sentido de la infracción y por qué afectó a las generaciones siguientes? ¿Es posible señalar la historia de esta desobediencia como base fundante de la misoginia o la represión sexual? ¿Por qué el trabajo es un castigo?

 

Quien se encuentre habituado a leer sentencias judiciales o libros de derecho sabe que esas preguntas son equiparables a las que inundan los sistemas interpretativos con los que los juristas intentan desentrañar el sentido de un texto legal: el análisis de la historia, de las palabras utilizadas, los antecedentes, el contexto, su función dentro del sistema, qué quiso decir el legislador cuando mandó esto o prohibió aquello.

 

En términos políticos, quienes ejercen el poder suelen requerir del mundo de las letras la creación de un soporte narrativo. Augusto encomendó a Virgilio la escritura de un texto épico que construyera un origen y destino de gloria al imperio que había fundado luego de la muerte de César. La Eneida fue una epopeya “por encargo”, para dar sustento narrativo a la grandeza de Roma. En “El espejo y la máscara”, Borges cuenta la historia de un rey que llama al poeta para encargarle un poema que narre de manera definitiva sus hazañas: “Las proezas más claras pierden su lustre si no se las amoneda en palabras. Quiero que cantes mi victoria y mi loa. Yo seré Eneas; tú serás mi Virgilio. ¿Te crees capaz de acometer la empresa que nos hará inmortales a los dos?”.

 

Borges escribió varias veces que, de haber elegido a Facundo en lugar de a Fierro, nuestra historia habría sido otra y mejor. Deberíamos tener en cuenta que, de algún modo, también elegimos a Borges como un personaje central, con una proyección más allá de nuestras fronteras. Esa elección también podría ser pensada en función de la imagen que nos devuelve de nosotros mismos. ¿Qué podemos encontrar en sus obras que nos ayude a entender quiénes somos? Y si retomamos el argumento de Saer, ¿cuánto más podemos saber de nosotros a partir de sus ficciones?

 

Proyectándose a un universo algo más acotado, este libro intenta pensar el modo en que concebimos la justicia, leemos la ley o condenamos un crimen, a partir de los universos que desplegaban y despliegan esos libros de tapas blandas coloridas, marcados y subrayados, que le compraba a un librero en la entrada de una galería que ya no existe.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/leamos/2024/03/10/borges-y-el-derecho-hasta-donde-se-puede-interpretar-la-ley/

La pirata china que era invencible y fascinó a Borges

 

Se llama Ching Shih y derrotó a todas las flotas que enviaron contra ella.

El autor argentino la retrató en Historia universal de la infamia.

Ching Shih: Nació en Cantón, China, en 1775, y murió en Macao, en 1844.

 

Cuando en 1831, el orientalista alemán Karl Friedrich Neumann se sentó a traducir del chino la Historia de la pacificación de los piratas, escrita por Yuan Yonglun a la luz de una vela, no sospechó que casi todo el libro estaba dedicado solo a las proezas de una pirata mujer: Ching Shih.

Así, cautivado por el relato, la tinta negra de la pluma de Neumann navegaba por los distintos azules del cálido mar del sur de China mientras describía las aventuras de la pirata a la que decidió llamar simplemente la señora Ching.

El esposo de la líder pirata había sido almirante de todas las flotas corsarias y se convirtió en una obsesión para el Imperio. En 1801, el emperador lo nombró Senescal de las Caballerías imperiales, aunque después de su nombramiento, continuó devastando las costas de Anam y Cochinchina hasta que los habitantes se sublevaron y lo mataron.

Los sobrevivientes de la matanza se retiraron a bordo de sus barcos y continuaron combatiendo bajo la jefatura de la viuda de Ching.

La pirata china asumió el mando de seis grandes escuadras, cada una identificada por un color y liderada por un teniente con un nombre de guerra, como El Ave y la Piedra, El Azote del Mar de Oriente, La Joya de toda la Tripulación, o El Pasto de las Ranas. Estos serían los apelativos, según el relato de Neumann, porque del original solo se conserva un ejemplar en la Biblioteca Británica en Londres. Y hay que leer chino para desentrañar el misterio.

La señora Ching impuso un estricto código de conducta a sus tripulaciones, similar a la vieja escuela de los piratas europeos. Algunas de las reglas incluían castigos severos, como taladrar las orejas en público por actos de desobediencia o ejecutar a los reincidentes, prohibir el robo de objetos del botín y castigar con la muerte a quien violara a las mujeres cautivas sin permiso.

El personaje de Madame Ching fue tomado por la saga cinematográfica Piratas del Caribe. La encarnó la actriz Takayo Fischer.El personaje de Madame Ching fue tomado por la saga cinematográfica Piratas del Caribe. La encarnó la actriz Takayo Fischer.

Audaz y decidida

 

En una batalla contra una flota gubernamental, la señora Ching demostró su habilidad estratégica. Engañó al enemigo lanzando solo una parte de sus fuerzas y ocultando el resto, para luego sorprenderlos atacando por la retaguardia. A pesar de las pérdidas, logró derrotar a la flota enemiga, que finalmente se rindió después de un largo combate.

Para vengar la derrota, el gobierno chino ordenó al experimentado general Lin Fa atacar a los piratas. En un momento crucial del combate, cuando ambos bandos estaban inmovilizados por la falta de viento, la señora Ching dio la orden de que los piratas se lanzaran al agua y nadaran hasta los barcos enemigos y los capturaran. La maniobra fue exitosa.

En el siguiente año, el gobierno envió una flota más poderosa bajo el mando del almirante Tsuen Mow Sun para reparar el daño causado por Lin Fa. Durante la batalla, los piratas sufrieron grandes pérdidas y la señora Ching ordenó la retirada. Tsuen ordenó disparar a los timones de los barcos piratas, logrando inmovilizar las fuerzas de Ching.

Su reputación era tan temida que los campesinos huían y se escondían al escuchar de su cercanía.

Sin embargo, ella rápidamente reagrupó a sus seguidores y, con la ayuda de otros jefes, atacó de nuevo a la flota imperial, logrando una victoria sorprendente y obligando a los barcos enemigos a huir en desorden.

En 1809, la señora Ching, enterada de que el gobierno había encomendado al almirante Ting Kwei Heu la misión de destruirla y que este no se apresuró debido a las lluvias que -creía- retendrían a los piratas en su puerto, sorprendió a Ting Kwei con sus doscientos juncos, un tipo de embarcación tradicional de vela china conocido por su diseño distintivo, que incluye velas cuadradas y cascos anchos.

Los oficiales imperiales, inicialmente temerosos, fueron animados por el almirante a través de diversas promesas y exhortaciones. En el furioso combate que siguió, el almirante imperial se suicidó, resultando en la rendición de los veinticinco buques gubernamentales restantes. Después de esos eventos, Ching, con una flota más poderosa que nunca, navegaba libremente por los mares de China.

Durante el resto del año, centró sus ataques en los ríos, saqueando y capturando con quinientos juncos cientos de personas, especialmente mujeres, y causando estragos en ciudades y pueblos a lo largo de las orillas. Su reputación era tan temida que los campesinos huían y se escondían al escuchar de su cercanía.

Estos ataques de la señora Ching convirtieron en héroes a los aldeanos de Kan-Shin, quienes resistieron valientemente. Kei Tang Chow, maestro de boxeo del pueblo, mató a diez piratas y luchó junto a su esposa y su padre, quienes murieron en el combate.

Acordó entregarse junto con sus hombres a cambio del perdón imperial y de provisiones.

Tras vencer aquella resistencia, los piratas saquearon el pueblo y se llevaron mil ciento cuarenta prisioneros. Cerca de cien mujeres se escondieron en los arrozales, pero fueron descubiertas por el llanto de un niño. Entre ellas estaba Mei Ying, quien, al ser capturada, se enfrentó ferozmente al pirata, insultándolo. Cuando intentaron atarla de nuevo, Mei Ying agarró la ropa del corsario con los dientes y se arrojó con él al río. Murieron ambos.

Al poco tiempo, la señora Ching, al ver que uno de sus tenientes la traicionaba, se sometía al emperador y era recompensado, consideró que también podría beneficiarse de la sumisión. Aunque inicialmente se complicó la negociación, finalmente acordó entregarse junto con sus hombres a cambio del perdón imperial y de provisiones. Ching vivió el resto de sus días en relativa tranquilidad como animadora de una empresa de contrabando.

 

Personaje de Borges

 

Cuando el historiador británico Philip Gosse decide escribir The History of Piracy, trabajo publicado en 1932, encuentra la interesante historia de la señora Ching traducida por Karl Friedrich Neumann. En el capítulo IV del libro, Gosse relata la historia de la mujer pirata.

Un lector argentino actualizado y atento, llamado Jorge Luis Borges, publicó un año después, en la Revista Multicolor de los Sábados, su cuento La viuda Ching.

Dos años más tarde, este relato fue incorporado en el libro Historia universal de la infamia en la colección Megáfono de la editorial Tor, bajo el título La viuda Ching, pirata puntual. Con la reedición del libro por la editorial Emecé en 1954, apareció con el título definitivo, La viuda Ching, pirata.

Jorge Luis Borges escribió sobre la señora Ching en 1933.Jorge Luis Borges escribió sobre la señora Ching en 1933.

Borges, al concluir su relato, aporta una interpretación personal de la historia de Ching, modificando algunos detalles y añadiendo su estilo característico: llama a Ching “la Viuda”, cambia los nombres de los corsarios y hace sobrevolar sobre los juncos “bandadas perezosas de livianos dragones”.

Sin embargo, al terminar, vuelve a la fuente original, citando las palabras finales del historiador chino Yuan Yonglun tal como aparecen en el libro de Gosse. De esta manera, Borges cierra su relato con un retorno a la fuente histórica, dejando claro que, a pesar de sus licencias literarias, su relato está fundamentado en la realidad.

Gosse concluye la historia de la señora Ching con estas palabras:

“Desde aquel momento -concluye con lirismo el historiador chino Yuan Yonglun- los barcos comenzaron a ir y venir con toda tranquilidad. La calma reinó en los ríos y la serenidad en los cuatro mares. El pueblo vivió en paz y abundancia. Los hombres vendieron sus armas y compraron bueyes para labrar sus campos. Cumplieron sacrificios, recitaron plegarias en lo

alto de las colinas e impartieron dulzura a sus días, cantando canciones tras sus biombos. El gobernador de la provincia, en agradecimiento de los servicios prestados por la pacificación de los piratas, recibió, por edicto del Hijo del Cielo, la autorización de llevar la pluma de pavo real”.

 

Fuente: Clarín

https://www.clarin.com/viva/pirata-china-invencible-fascino-borges_0_PP9mYlzaZ1.html

lunes, 25 de marzo de 2024

“Yo era una inconsciente ruedecilla en la inmensa máquina del Tercer Reich”: la terrible autobiografía del comandante de Auschwitz y lo que Borges intuyó

 

Con “Zona de interés” se volvieron a poner en escena las motivaciones de algunos criminales nazis. El comandante del campo de concentración explicó sus razones en un libro de 1947. Pero, antes, Borges había comprendido esa psicología en un cuento.

 

Por Juan Basterra

 

La reciente premiación de Zona de interés en el rubro de “Óscar a la Mejor película extranjera” vuelve a poner en escena, y como centro de estudio, los horrores del nazismo y el padecimiento de tantos destinos humanos vinculados al mismo. La película, dirigida por Jonathan Glazer y basada libremente en la novela homónima de Martin Amis es, como tantos otros testimonios contemporáneos y posteriores a los hechos (ficcionales o reales), un panóptico en el que basculan las acciones más atroces y los hechos más banales y prosaicos. La apacible, y sin embargo, demoníaca vida de Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, y de su esposa Hedwig, madre de los cinco niños de la familia, es el símbolo perfecto de “una existencia que oculta otra: la verdadera y acaso unívoca”.

 

Es natural que nos representemos las figuras de los oficiales nazis (la literatura, el cine y nuestros propios prejuicios han contribuido para que esto suceda de esa manera) asociadas de manera estrecha a las formas de una encarnación despiadada, y a determinadas nociones en las cuales el Bien se encuentra perfectamente ausente. La sistematización en el exterminio de otros seres; la creencia en una superioridad racial que la justifique; la razonada crueldad puesta de manifiesto en la eliminación eutanásica de muchos seres y la deliberada ausencia de compasión en casi todos los ámbitos de la vida humana (características visibles del régimen al que sirvieron aquellos oficiales, y del cual fueron estos actores principales) crean la certeza absoluta de que el llamado Tercer Reich fue un universo en el que solamente el Mal, en su esencialidad más descarnada, podía tener imperio, y en el cual los actos vinculados a lo mejor que el hombre lleva en sí, estuvieron absolutamente ausentes.

 

La literatura, como tantas otras formas de aproximación y conocimiento, ha tratado de descifrar este misterio; algunas obras, y el destino de algunos seres, nos permiten (eso desearíamos, al menos), un acercamiento al mismo.

 

Rudolf Franz Ferdinand Höss fue comandante de Auschwitz a partir de 1939 y hasta los albores de 1943. Ahorcado en el mismo campo en el que planificó y diseñó el exterminio de millones de seres escribió, durante su presidio, y antes de la muerte, el libro Yo, comandante de Auschwitz. La obra, redactada en la cárcel de Cracovia, y culminada en febrero de 1947, dos meses antes del ajusticiamiento, es una autobiografía descarnada y fría de la vida de un hombre que, en las páginas finales de su libro escribe:

 

“Una y otra vez el destino me ha librado de la muerte para hacerme sufrir, ahora, un denigrante final. ¡Cuánto envidio a mis camaradas caídos como soldados en el campo del honor!

 

Yo era una inconsciente ruedecilla en la inmensa máquina del Tercer Reich. La máquina se rompió, el motor desapareció y yo debería hacer otro tanto. El mundo así lo pide.

 

Jamás habría accedido a revelar mis pensamientos más íntimos, más secretos, exhibiendo desde mi “yo”, de no haber sido tratado aquí con tanta comprensión, tanta humanidad.

 

Para responder a esta actitud, debía contribuir, en la medida de lo posible, a aclarar algunos puntos oscuros.

 

Si se utiliza esta exposición, quisiera que no se dieran a publicidad los pasajes que conciernen a mi mujer, mi familia, mis momentos de ternura y mis dudas secretas.

 

Respecto a que el gran público continúe considerándome una bestia atroz, un sádico cruel, el asesino de millones de seres humanos: las masas no podrán tener otra imagen del antiguo comandante de Auschwitz. Nunca comprenderán que yo también tenía corazón”.

 

El tono frío, clínico y desapegado recorre todas las páginas de la autobiografía. Höss, que fue combatiente en la Primera Guerra Mundial, y condecorado con la Cruz de Hierro, asistió a la organización del Partido Nacional-socialista Alemán de los Trabajadores. Sus convicciones acerca de la necesidad del exterminio de otros seres estarían intrínsecamente mezcladas a una vida familiar y sencilla; es esa dualidad la que aterroriza.

 

La mirada de Borges

 

Por alguna de aquellas raras simetrías del destino y el azar, exactamente un año antes de la culminación del libro de Höss, en 1946, Jorge Luis Borges publicaría en la revista “Sur” el cuento Deutsches Requiem. El relato formaría parte, en 1949, del libro El Aleph. Borges no podía conocer, evidentemente, la obra de Höss, pero algunas de las palabras del personaje central, el subdirector del campo de concentración de Tarnowitz, Otto Dietrich zur Linde, remiten (si bien en un plano más elevado y “literario”) a las confesiones del comandante de Auschwitz. Dice el personaje:

 

“Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la victoria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean para otras naciones. Que el cielo exista aunque nuestro lugar sea el infierno.

 

Miro mi cara en el espejo para saber quien soy, para saber cómo me portaré dentro de unas horas, cuando me enfrente con el fin. Mi carne puede tener miedo; yo, no”.

 

La responsabilidad ante el sufrimiento y las muertes encuentra también concordancia entre el texto escrito por Rudolf Höss y el personaje imaginado por Borges. Así, el comandante de Auschwitz expresa:

 

“Cuántas veces tuve que esforzarme por aquel entonces para parecer duro e implacable! Pensaba que se me exigía realizar un esfuerzo sobrehumano; sin embargo, Eicke exigía que fuésemos aún más severos e inclementes con los prisioneros. Afirmaba que un SS debía ser capaz de aniquilar a sus propios padres si estos ofendían al estado o traicionaban el ideario de Adolf Hitler”.

 

Otto Dietrich zur Linde, en Deutsches Requiem, dice:

 

“El ejercicio de ese cargo no me fue grato; pero no pequé nunca de negligencia. El cobarde se prueba entre las espadas: el misericordioso, el piadoso, busca el examende las cárceles y el dolor ajeno”.

 

Borges no pudo leer casi ninguno de los testimonios de los ejecutores y verdugos del nazismo en el momento de la redacción de Deutsches Requiem. Debemos a su genio la intuición y el descifrado del lenguaje frío, monocorde y severo que caracterizó a muchos de los actores de aquel período infausto y la indagación de una forma de pensamiento para siempre, y por fortuna (eso desearíamos), aniquilada.

 

Fuente: Infobae

https://www.infobae.com/leamos/2024/03/16/yo-era-una-inconsciente-ruedecilla-en-la-inmensa-maquina-del-tercer-reich-la-terrible-autobiografia-del-comandante-de-auschwitz-y-lo-que-borges-intuyo/