lunes, 14 de febrero de 2011

En Retrospectiva: Funes el Memorioso



Cuando Rodrigo Quian Quiroga visitó la biblioteca privada de Jorge Luis Borges, encontró libros anotados que atestiguan la fascinación del escritor por la memoria y la neurociencia.
En 1944, el gran escritor Argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) publicó Funes el Memorioso. Es una historia de ficción en la que Ireneo Funes, luego de caerse de su caballo y recibir una herida en su cabeza, adquirió el increíble talento – o maldición – de recordar absolutamente todo. “Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del treinta de abril de mil ochocientos ochenta y dos y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez” relata Borges.
Borges es conocido por su fascinación por conceptos matemáticos y filosóficos, del infinito a las sendas de historia. A través de la historia de Funes, el explora los vastos laberintos de la memoria y las consecuencias de una infinita recolección.
Su elección en el personaje refleja el largo interés del autor en psicología, memoria y neurociencia. La búsqueda de conocimiento sobre Borges me llevó a la visita de su viuda, María Kodama, el año pasado en Buenos Aires.



Borges mismo, me explicaba, tenía una memoria excepcional. El podía citar pasajes en español, ingles, alemán y otras lenguas. Borges deliberadamente enriqueció su memoria desde muy pequeño, sabiendo que tenía una enfermedad hereditaria que eventualmente lo dejaría ciego e impedido de leer. Irónicamente, el perdió su vista en 1955, el año en que fue designado director de la Biblioteca Nacional Argentina, aunque mantuvo su interés en que otros le lean. Kodama recuerda que en una de sus primeras reuniones con el escritor, él le pidió que recite un pasaje específico de un libro. Para su sorpresa, el rápidamente la guió a la pagina exacta, siendo que él se encontraba ciego hace muchos años. Característicamente modesto, Borges se consideraba más un extraordinario lector que un escritor brillante. Kodama cortésmente me enseño la biblioteca privada de Borges, que se encuentra en la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, en Buenos Aires, que ella dirige. De las muchas anotaciones que adornan las copias personales de sus libros, está muy claro que su lectura prolífica tuvo un gran impacto en su trabajo. Por ejemplo, una copia de “The Mind of Man” un texto de psicología de Gustav Spiller de 1902, contiene una nota intrigante de Borges: “memorias de toda una vida, pagina 187”. En esta página, Spiller estima cuantas memorias una persona tiene en sus diferentes etapas en la vida: unas 100 los primeros 10 años, 3600 hasta los 20, 2000 más entre 20 y 25, llegando a unas 10000 en los primeros 35 años de vida. El también menciona cuanto tiempo tomaría recordar estas memorias. Por ejemplo, uno no recuerda cada detalle en un viaje largo, pero si determinados puntos en este – quizás el momento de partida y arribo, o alguna parada entre medio.
Borges dice de Funes: “Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero.”

En el cuento de Funes, Borges describe precisamente los problemas de las distorsiones en las capacidades de memorias mucho antes que la neurociencia lo estudiara.
Ahora sabemos que la función de la memoria está asociada a un área particular del cerebro, el hipocampo, que se encuentra el final de la vía neural que procesa la información sensorial. Mucho de este conocimiento viene del estudio del paciente H.M, que en la década del 50 sufrió una remoción de su hipocampo como tratamiento de su epilepsia y aunque en un principio parecía normal luego de la cirugía, rápidamente se hizo aparente que había desarrollado amnesia anterógrada: podía recordar personas y hechos de antes de la cirugía pero no posteriores.
Las evidencias del paciente H. M. sugieren que el hipocampo es crucial para la formación de nuevas memorias. En un estudio utilizando electrodos para sondear esta región cerebral en pacientes epilépticos por razones clínicas, identificamos un tipo de neurona que se dispara en respuesta a conceptos abstractos particulares (R. Quian Quiroga
et al. Nature 435, 1102–1107; 2005).
Por ejemplo, una neurona en un paciente se dispara únicamente al reconocer diferentes fotos de Jennifer Aniston; otra respondía solo a imágenes de otra celebridad, Halle Berry. De ahí que sea posible que estas neuronas asocien la percepción con la memoria a través de la creación de una codificación abstracta que utilizamos para recuperar memorias - especialmente considerando que tendemos a recordar conceptos y olvidar detalles irrelevantes. Si estas neuronas faltan, la habilidad para generar abstracciones podría ser limitada, derivando en patologías como el autismo o personajes como Funes. Sin siquiera este conocimiento científico, la descripción intuitiva de Borges es precisa: Funes, escribe, era “casi incapaz de ideas generales, platónicas... su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez... Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Ireneo Funes no había sino detalles, casi inmediatos.”



Rodrigo Quian Quiroga es profesor y jefe de Bioingeniería en el Departamento de Ingeniería de la Universidad de Leicester, Leicester LE1 7RH, UK.
e-mail: rqqg1@leicester.ac.uk
Jorge Luis Borges escribió sobre un protagonista que podía recordar todo – inclusive las formas de las nubes de cualquier día en particular.

Fuente : NATURE|Vol 463|4 February 2010

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