viernes, 17 de marzo de 2017

Obsesión por el manuscrito: el original de Borges que Manguel quiere comprar

Es la versión de puño y letra del ensayo "La Biblioteca Total", que luego derivaría en "La Biblioteca de Babel", e integra una colección valuada en 2 millones de dólares; el director de la Biblioteca Nacional busca un comprador para que lo done.

El coleccionista Aizenmann reunió un tesoro de material borgeano, en el que se destaca el manuscrito del texto "La Biblioteca Total". Foto: Ignacio Sánchez

"Necesito toda mi fibra moral para no robárselo", deslizó Alberto Manguel . Se refería a un manuscrito de Borges que forma parte de la exquisita colección del librero Víctor Aizenmann, y que es el germen para el cuento "La Biblioteca de Babel", datado en agosto de 1939 con el título "La biblioteca total". Estaba claro: era un chiste. Manguel sonrió no sólo por esa apócrifa confesión de delinquir, sino también porque aquel viernes, en uno de los salones de la Biblioteca Nacional, se terminaba de firmar la carta de intención entre la institución que dirige y el grupo de empresas, fundaciones y particulares que fueron compradores y a la vez donantes del acervo bibliófilo de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo.

Sin embargo, esa broma también revelaba las intenciones de Manguel de implementar un mecanismo que permita incorporar papeles originales al patrimonio de la Biblioteca Nacional. Conseguir el aporte de los 400 mil dólares necesarios para la inminente incorporación de los libros de Bioy Casares fue el primer paso. El gran objetivo al que apunta Manguel es Borges.

Varias veces, desde que asumió su cargo, Manguel repitió que no tienen presupuesto y mucho menos tienen el dinero necesario para adquirir piezas patrimoniales tan costosas como manuscritos de Borges. Por eso incorporó en su equipo a Verónica Viel Temperley como fundraiser. Es la encargada de recolectar fondos o dar a conocer a posibles donantes aquello que la institución no puede adquirir. "Demasiados tesoros literarios argentinos están ahora en el extranjero en lugar de hallarse en nuestra Biblioteca Nacional", se lamenta Manguel. "Víctor Aizenmann ha logrado reunir un conjunto imprescindible de material borgeano y espero que algún argentino afortunado, consciente de su deber cívico, haga lo necesario para obtenerlo para nuestra biblioteca. Si no perderemos aún más documentos esenciales de nuestra memoria nacional. No quiero resignarme a tal pobreza", comenta. Aizenmann ya había prestado algunas de sus joyas para la exposición Borges, el mismo, otro, con la que se inauguró la nueva gestión. Ahí estaban tres de las cuatro páginas manuscritas de "La biblioteca total", una de las piezas más importantes de una colección valuada en 2 millones de dólares.

El manuscrito del texto "La Biblioteca Total". Foto: Ignacio Sánchez

En pequeñas hojas de cuaderno cuadriculadas, la minúscula letra de imprenta que trazaba Borges en tinta se revela sin conexiones entre letra y letra. Este texto de "La biblioteca total", que Borges publicaría en 1939 en la revista Sur, es el germen de uno de sus más importantes cuentos, ya que en él se condensa lo borgeano: el universo con la forma de una biblioteca. En tono ensayístico presenta las fuentes teóricas para desarrollar "La Biblioteca de Babel", publicado en El jardín de senderos que se bifurcan, en 1941. Desde Gustav Theodor Fechner hasta Kurd Lasswitz. Todas fuentes reales y no apócrifas. "La biblioteca borgeana es doble", entiende Manguel. "Es una de las formas ordenadas del Paraíso. El ensayo «La Biblioteca Total» le permite rastrear la historia de ese orden, de los encuentros fortuitos entre lector y texto, y entre un texto y otro, del azar puesto al servicio de la inteligencia, de «la gravitación amistosa del libro». Pero «La Biblioteca Total» es también su sombra, una suerte de infierno, y para describirlo Borges prefiere hacerlo bajo la forma de una ficción. Así, en el cuento «La Biblioteca de Babel» describe esa infernal biblioteca como «iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta» y cuyo otro nombre es Universo."

Este ensayo, para Manguel, es un claro ejemplo de la evolución del pensamiento borgeano y una clave para entender de qué manera creaba sus textos. Nos permite ser, en cierto sentido, arqueólogos de su obra. Borges mismo declaró que toda versión de un texto, todo borrador, no tiene más o menos valor que el de la versión siguiente o precedente. "El concepto de texto definitivo -escribió en 1932- no corresponde sino a la religión o al cansancio."

A través de este documento se observa el rigor de un genio: a partir de corchetes, Borges abría opciones que elegiría en base a la precisión o la cadencia demoledora de la frase. Puntos, asteriscos o notas al pie agregan palabras, aclaraciones o comentarios al texto.

"Los manuscritos de Borges circularon de un modo bastante impredecible", explica Aizenmann. "La mayoría de las cosas salieron del entorno familiar más próximo." Se dice, por ejemplo, que Leonor Acevedo retribuyó servicios con manuscritos de su hijo. Después, como sucede con el arte, los valores de mercado ayudaron a que esos papeles emergieran de los cajones. Uno de los primeros fue el manuscrito de "El Aleph", que Estela Canto remató en 1985 a través de Sotheby's y que fue adquirido a un valor de 25.760 dólares por la Biblioteca Nacional de Madrid. La mayoría de manuscritos de Borges están repartidos entre dos colecciones privadas todavía en la Argentina: la de Helft y la de Aizenmann. Esta última incluye 38 manuscritos de Borges, entre los que se encuentran cuentos como "La muerte y la brújula" o "Examen de la obra de Herbert Quain", y piezas casi inhallables como un ejemplar firmado de la revista mural Prisma, aquella que el joven Borges, en 1921 y con el impulso de las vanguardias, pegaba en las calles de Buenos Aires. Aizenmann confirma que está dispuesto a vender su colección para que pueda incorporarse al patrimonio de la Biblioteca Nacional.

La colección de Jorge Helft, por su parte, es de otra índole, pero cuenta con más de un centenar de páginas de manuscritos, cartas y fotografías que se adquirieron en los años 90. Es una de las más importantes desde lo patrimonial y lo económico, aunque no haya cifras oficiales, porque posee materiales inexplorados como una serie de cuadernos de marca Avon en los que Borges preparaba, de manera fragmentaria, las conferencias que daba por la provincia y que terminarían siendo la base de sus más importantes ensayos.

Como entiende el investigador Daniel Balderston, los manuscritos de Borges son, en gran parte, terra incognita para el estudioso. Rastrear su ubicación comenzaría por las colecciones de Helft y Aizenmann, y podría seguir por la de Alejandro Vaccaro -que incluye una importante hemeroteca- y algunas de las pocas piezas que se encuentran en la Fundación Jorge Luis Borges, dirigida por María Kodama, entre ellas el borrador de "Las ruinas circulares" con un título provisorio: "El templo del fuego". En el exterior, la Biblioteca Bodmer de Ginebra posee manuscritos de "El Sur" y "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius". La Universidad de Virginia atesora el texto "Viejo hábito argentino", que luego sería publicado en el volumen Otras inquisiciones como "Nuestro pobre individualismo". Esta rara pieza tiene, además, un dibujo de Borges: un monstruo de siete cabezas entre las que pueden identificarse las de Evita, Hitler y Marx. Si bien esta colección es interesante, está lejos de igualar a las de Helft o Aizenmann. El librero John Wronoski, dueño de Lame Duck Books, tuvo a la venta originales de "Funes el Memorioso", "El jardín de senderos que se bifurcan" y "Pierre Menard, autor del Quijote". Este último manuscrito fue el que Wronoski prestó a la BN para la reciente exposición.

"Si conseguimos al menos algunos de los documentos de Aizenmann, Helft o Wronoski, ya podremos sentirnos satisfechos", dice Manguel. Aunque sin presupuesto, la pregunta que decanta es de qué manera lo harán. "Cualquier método (sin recurrir al crimen) será válido", responde. "Ya veremos qué medios ingeniosos emplearemos para conseguirlo."

Fuente : La Nacion


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